"NO TIENEN PRISA LAS PALABRAS" (Barcelona: Candaya, 2012): reseñas y comentarios del libro.

                               http://www.candaya.com/notienenprisalaspalabras.htm


Audaces paladeos, por Marian Chaparro 

Koult.es

Puedes vivir en el canto de la página de un libro. Ni en la página que ya has leído ni en la que estás a punto de empezar. Justo en el medio, en el presente. Puedes sentir que estás absolutamente solo, tanto que ni siquiera cuentas contigo mismo. Puedes darte cuenta de la peligrosa cercanía que existe entre una “tormenta” y un “tormento”. Puedes perderte en No tienen prisa las palabras, de Carlos Skliar, y encontrar cientos de pensamientos audaces de este tipo.

La obra de Skliar es una deliciosa colección de poemas en prosa, microrrelatos, aforismos, notas y fragmentos de un diario sin fechas. Son reflexiones poéticas, pintadas de todos los colores, que tratan sobre la vida, en sentido muy amplio: el amor, la muerte, la infancia, la vejez, la escritura, la gente, las prisas, las ciudades, la naturaleza o la mismidad.
Son casi 150 historias, por tratar de unir esa variedad de géneros en una sola palabra, escritas por un observador de la vida, que no siente miedo de mirar hacia fuera, donde presta especial atención a los pequeños detalles, ni mucho menos hacia dentro, donde bucea y se busca sin descanso, para renacer renovado.

Este observador, Skliar, es un reconocido escritor argentino que compatibiliza su trabajo como investigador y periodista radiofónico con la publicación de libros de poemas, como Voz apenas (2011) o Hilos después (2009), y ensayos de temática educativa y filosófica, como La escritura: de la pronunciación a la travesía (2012).

Sin ser una obra de textos largos, es un libro que encaja sin fisuras en la popular expresión actual slow reading (lectura lenta), pare leer unas pocas páginas cada noche antes de dormir, y dejar que los poemas urbanos de Skliar revoloteen sin cadenas por nuestros sueños, o bien en un viaje en tren, por ejemplo, mientras su traqueteo nos mece y se produce una mímesis entre lo que vemos tras la amplia ventana y lo que leemos, gracias a nuestros propios tamices.

En la obra se palpa la admiración que siente por escritoras como Chantal Maillard, Marguerite Duras o Ingeborg Bachmann y poetas como Jorge Luis Borges o Ezra Pound. Además de la predilección que siente por todos ellos, y su consiguiente influencia que, sin embargo, no resta autenticidad a sus textos, Skliar es un amante de las periferias, donde habita constantemente y de las que se nutre en forma de metáforas y fogonazos fotográficos. Una materia prima que lo sitúa, paradójicamente, en el centro.






No tienen prisa las palabras, por Ana Arzoumanian.

“Tenemos que aprender de nuevo a pensar el espacio” dice Marc Augé refiriéndose a la superabundancia de imágenes y acontecimientos de la sobremodernidad; pensar de nuevo el espacio de la aceleración, piensa Marc Augé, poetiza Carlos Skliar. No tienen prisa las palabras; ¿no tienen prisa?

A medida que los estados, y las ciudades, y el trabajo se debilita, a medida que el territorio como tal se vuelve precario, el sujeto se demanda acerca de su identidad, se vuelve migrante. Lo propio de nuestro tiempo es el cruce de fronteras. Así los límites se corren con el pulso de la aglomeración. ¿No tienen prisa las palabras?

El niño viaja. Atraviesa. Pasa entre travesuras. Se detiene sin saber en qué detención se encuentra. Abre el tiempo como si fuera un juguete. Desarma el tiempo como si fuese el lenguaje. El niño, el poeta, arrojado al mundo, a ese astillero en movimiento; la fábrica de velocidad. El niño, el poeta, sabe que desarmar es desacelerar.

Los campos de tránsito o los pasajeros en tránsito, las intersecciones y los clientes, usuarios, oyentes buscando la entrada o la salida. La circulación, ya no en busca de conversos o esclavos moldeando la cultura de un tiempo, sino el tránsito como residencia. Olores a otros países en otro país que no es mi país. Cajas chinas, Matriushkas. Laberintos de espejos imperfectos, escribe Carlos Skliar haciendo de la generación un afuera. Digo afuera como decir, ahí adentro de las Matriushkas  hay hijos no autóctonos. El mismo poeta un hijo que trae su novedad: desmarcar el territorio del santuario del pasado.

No tienen prisa las palabras. ¿No tienen prisa? La novela moderna sepulta sus personajes en el monumento de sus textos, los demora en la tierra. Tarde o temprano, aparece un niño, un poeta, un Carlos que ya no garantiza la defensa de los altares; y parte. Al partir, nada sostiene los cimientos. Al partir, desmarca la mirada, encuentra el origen fuera del origen: Un barrio donde no hay nativos. El paraíso que tanto buscabas.

Tarde o temprano para el extranjero. Aquel a quien los sonidos de la calle le alcanzan un poco más tarde. No es la lentitud de las deportaciones. No tienen prisa las palabras, porque tarde o temprano se gana tiempo perdiendo el refugio, ese consumo de la protección. Fuera del ideal colonizado que obliga a obedecer lo propio, el lugar donde uno es colocado. Porque la ocupación singular y exclusiva sólo define la permanencia del cadáver.

Toda memoria es respiración agitada. No tienen prisa las palabras. No se apabullan, no se apresuran. ¿Es urgente el sonido del campanario que no deja de tocar y aún resuena? Lograr otro paso. Ni el de los gerentes, ni el de las tiendas, ni el de los lodazales. Un paso como el de los pájaros que aún no emigran. Como el del campanario que aún resuena. Un paso como el de los pájaros, dice Carlos Skliar, un paso que es un vuelo. La escritura no pasa como fotografía benjaminiana. El fragmento en el autor de Los 
Pasajes todavía conforma pistas en la ciudad considerada como vasto depósito de historia; historia que es leída en un almacenamiento de escombros, en la diseminación de objetos expresivos del barroco.

Pero las palabras tuvieron prisa y Benjamin encontró en Port Bou la continuación acabada a su calle de único sentido. La escritura de Carlos Skliar no es una escritura del fragmento como esa especie de sacudida al sueño fetichista de la ciudad. Los lugares en Carlos Skliar no se construyen como espacios de identidad, no hay en ellos elementos catalogados, clasificados, o promovidos a la categoría de lugares de memoria. Porque, el poeta lo dice: toda memoria es respiración agitada. Cada olvido es un modo desordenado de decir adiós. Y el libro se arroja, se lanza, nos acompaña hacia el lugar de salida, se despide. Sin prisa. Nos recibe, para decirnos adiós. Como una atracción; sin apuro.

 


“No tienen prisa las palabras”, por Rebeca García Nieto. 
(Publicado en: http://www.culturamas.es/blog/2012/06/28/no-tienen-prisa-las-palabras/). 

Culturamas, la revista de información cultural


Dice Carlos Skliar que ha escrito este libro caminando. Se podría decir, por tanto, que No tienen prisa las palabras es un libro escrito más con los pies que con las manos… Pero lo cierto es que, sobre todo, está escrito con los ojos. En este sentido, la cita elegida como punto de arranque de este peculiar viaje, extraída de Tworki (El manicomio), la genial novela de Marek Bienczyk publicada en España por Acantilado, es toda una declaración de intenciones: “Es del fondo de mis párpados fríos, del nacimiento mismo del río que han venido al mundo estas palabras”. De esta forma, en el último libro del argentino, la mirada se pasea por el mundo y traza sobre él un dibujo a vuelapluma: 

“La extensión de un paisaje parece depender de la abertura de los párpados. Quizá un pájaro sea la planicie más extensa, si la sigues desde que nace hasta que se pierde.” 

La figura del paseante es también clave en No tienen prisa las palabras. Se nota que la patria del autor se asemeja a la de Peter Handke, hecha a base de esperas, paradas y estaciones, y a la de otros escritores que siempre están en camino, como Erri De Luca, Claudio Magris o Cees Nooteboom. Estos autores, entre otros, harán las veces de compañeros de viaje en la travesía de nuestro paseante por Barcelona. De todas formas, aunque el libro se compone de notas que el autor toma “como otros toman aire o toman té o toman lo que no les corresponde”, bocetos de pensamiento y, en definitiva, retazos de vida, no nos encontramos ante un cuaderno de viajes al uso. Más bien se trata de un singular recorrido por lugares unas veces reconocibles, como la Sagrada Familia, y otras, las más, por espacios que no figuran en los callejeros y para los que no está configurado el GPS. 

A través de los microrrelatos, aforismos y apuntes al natural que lo dan forma, Carlos Skliar regala al lector una serie de reflexiones sentidas (o “sensamientos”, en palabras de Jorge Larrosa), sobre la escritura, la lectura, el olvido o la locura. No se olvida tampoco del otro, ni se muestra indiferente al sufrimiento de las personas con que se cruza en su caminar, como el mendigo fotografiado por los turistas: “El “no humillarás” debería ascender a la categoría de undécimo mandamiento”.  Pero, por encima de todo, Carlos Skliar nos propone una nueva forma de mirar, una manera distinta de estar en el mundo:

 “El mundo es casi todo lo que no ves y donde no estás. Esto es evidente para los perros, algunas flores y los niños. Por eso buscan. No saben qué, pero buscan. O sí saben qué, y siguen buscando”.

No tiene prisa el paseante… Ni la tendrá el lector por llegar al final de este trayecto. Este libro no defraudará a los lectores que se detengan a leerlo, a vivirlo, especialmente a aquellos que tienen esa necesidad de seguir buscando. Sin duda, muy recomendable. 




No tienen prisa las palabras, poética de Carlos Skliar, por Antonio Santiago. 
(publicado en .http://estepais.com/site/?p=43366). 


Me he preguntado muchas veces de quién es esa voz que habla a través nuestro, y he intentado imaginarme un cuerpo. ¿La voz poética tiene uno? Sólo ahora, escuchando la voz poética de Carlos Skliar, poeta argentino, intuyo una respuesta.

A Carlos lo habitan muchas voces, lo que le sucede a casi todos los lectores de poesía. Pero él se ha tomado en serio esos rumores y murmullos constantes, a los que brinda cuerpo y mima alimentándolos con su propia carne. Los escucha crecer y se toma el tiempo de charlar con ellos a la manera en que uno haría con un gato o con un pez, adivinando símbolos tras cada balbuceo. Cuando las raíces de sus huéspedes se extienden demasiado largas, puede que las pode como debe hacerse con las alas del loro que aún no sabe conversar pues, una vez apalabrado, listo para la selva, reverberará sus versos de tronco en tronco y de fronda en fronda. Carlos Skliar es un poeta, además de ensayista y arquitecto de aforismos.

“El primer insecto que veo en mi nuevo piso. Lo recibo como a un viejo amigo. Lo dejo quedarse. Le hablo de todas aquellas cosas que no compartiremos”.

Conocí a Carlos en febrero de 2010, cuando brindó una charla a varios de los alumnos y maestros que más tarde fundaríamos la Escuela Mexicana de Escritores. ¿En qué consiste la experiencia poética? Nos preguntó. Se trata de un pasaje a través del peligro. Toda travesía implica una amenaza. La de la poética puede observarse en la poesía confesional.

Durante aquella charla, nos contó que Hélène Cixous, poeta argelina, se preguntaba en “La llamada a la escritura” si habría que tener buenas razones para escribir. ¿Por qué hacerlo? Al parecer, la poeta dejó sin responder dicha cuestión. Pero Skliar nos cuenta su travesía por ese texto: “ante la poesía nos encontramos frente a un cuerpo. Escribir nos atraviesa, nos toma, nos asedia y sobrecoge”. ¿Qué tipo de experiencia corporal brinda esa travesía? Porque la travesía es lo que importa, más allá de lo creado. La poesía es un lenguaje encarnado, asegura Skliar. Lenguaje de las entrañas. El poeta es aquel que escribe y que lee poesía en la que, siempre, hay (la poesía no es, en la poesía hay). Se trata de una forma particular del lenguaje y del sujeto. Se trata de la inversión del sujeto y de la lengua: hay voz.

“Mirar tiene dos ojos. También los oídos ven cuando recuerdan el golpe de una puerta, la deriva del agua hacia el estanque, el perro con tres patas, la lluvia sobre un techo indiferente. Pero quien mejor mira es la piel. Sus poros son como párpados que se abren y casi no se cierran. Son luciérnagas hambrientas de sed”.

En la voz, está la unidad mínima de un poema: siempre hay voz, subraya Skliar, pues como dijera Henri Meschonnic, el poema es una aventura de la voz. A la idea de la aventura, Skliar agrega: sólo hay voz cuando el lenguaje ha sido habitado por un sujeto y éste ha sido habitado por el lenguaje. Cuando en el lenguaje hay voz, estamos en presencia de un ir y venir entre lenguaje y sujeto, que se habitan mutuamente. La poesía tiene entonces que ver con ser habitado por voces ajenas, si es que queremos ampliar la posibilidad de lo humano. Una buena razón para leer, es ser otro.

“Hay pájaros y hay cables de alta tensión. Hay manos quietas y hay bordes sueltos. Hay agua envenenada y hojas de otoño que aún no tocaron la suave mañana de su suelo. Hay niños, gatos y dientes que ya se cierran. El poema tiene hambre, olvido, nubarrones, párpados, aliento. Casi todo. Casi nada”.

La voz, sería ese sonido que parece dotado de la voluntad de decir algo. Estaría del lado de lo sensible y del cuerpo. La voz es carne, la palabra existe a partir de una voz encarnada. Recuerda Skliar que Zambrano insistía en que la voz tenía que ver con las entrañas. Voz entrañada. Nada más lejos del lenguaje soñado por los lógicos con su esperanto. Hay un intento en marcha, nos advierte, de librar al lenguaje de ese incómodo espesor, de lograr un lenguaje sin arrugas, la denominada lengua de los deslenguados en la que nadie se dice nada. Cierta filosofía, nos dice, ha privilegiado lo inteligible frente a lo sensible, lo cual relega la voz. La filosofía, al querer comprenderla, no puede escucharla porque ha privilegiado lo óptico de la evidencia, frente a lo acústico de la existencia. Incapaz de escuchar, privilegia lo inteligible y permanente, y niega lo finito y mortal. Quizá la poesía no sea sino esta resistencia al vaciamiento del lenguaje íntimo.

La poética, señala Skliar, está del lado de la muerte. Nosotros, mis voces y yo, estamos de acuerdo con él, y agregaríamos que la poesía está igualmente del lado del asombro. Como en este poema, también suyo:

“Suena el piano. Son dos manos que hacen descorrer el sol de este a oeste. La luz suena honda y horizontal. Como si fuera un abanico apenas abierto hacia la brisa que todavía no está, pero es. El aire se detiene de pronto en los graves. La nota final me sorprende, así: ilusionando de dentro hacia afuera”.

Leyendo su libro No tienen prisa las palabras, me entero por qué Carlos escribe, e intuyo que todos encarnamos al lenguaje. Somos carne de palabras y cuerpo del asombro.

“Escribo porque no comprendo. Para repetir una y otra vez esa encrucijada de palabras con las que no logro descifrar el tiempo. Escribo para recordar sonidos que de otro modo se perderían en el lodo vertical de la memoria. Para invocar y provocar gestos de amor de los que no soy capaz si no escribiera. Escribo porque al despertar quisiera agradecer los ojos abiertos. Para mirar de pie lo que está demasiado lejos. Para escuchar qué es lo que ha quedado en la punta de la lengua. Escribo para renunciar al abandono y para tocar con las manos sigilosas la espalda tibia de alguien que aún no ha muerto. Escribo. Y aún no soy capaz de decir nada”.



No tienen prisa las palabras, de Carlos Skliar, por Eduardo Parra Ramirez 
(publicado en: 



Se atribuye a Bal­tasar Gracián la frase: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno.” En lit­er­atura, lo com­plejo, lo pro­fundo y lo sig­ni­fica­tivo sólo se cumplen en lo breve por medio de una operación poética. La fuerza de la  ima­gen, la sen­su­al­i­dad de la sug­eren­cia, la gra­cia de la ironía, la ele­gan­cia de la mesura sue­len ser val­ores que acom­pañan a los más efi­caces tex­tos cor­tos. La expre­sión con­den­sada reclama su poeta para ele­varse a rango de dis­curso artís­tico per­durable. La apuesta por el texto breve es, asimismo, un riesgo que corre el escritor ante la muchedum­bre de lec­tores de desen­laces. No tienen prisa las pal­abras, del poeta y ensay­ista argentino Car­los Skliar, libro que acaba de apare­cer en España, pub­li­cado por la edi­to­r­ial Can­daya, pertenece a lo mejor de esta tradición.

Además de una desta­cada trayec­to­ria como autor de tex­tos filosó­fi­cos y pedagógi­cos, Skliar ha pub­li­cado tres libros de poesía: Primera con­jun­ción, Hilos después y Voz ape­nas. Sobre todo en los dos últi­mos, se dis­tingue la sutileza, el pecu­liar punto de vista, la lúdica ter­nura, la irrev­er­en­cia y la per­ple­ji­dad que son con­stantes de su obra literaria.

No tienen prisa las pal­abras es un ejer­ci­cio del apetito creador que asom­bra por lo que con­sigue rev­e­lar en corto. Sus tex­tos nos mues­tran filos, ras­gos de algo que suele vivir oscu­ra­mente más allá de la forma, en los aden­tros. En sus inda­ga­ciones, intu­iciones o estam­pas con­ver­tidas en arte­fac­tos ver­bales, demues­tra lo que acaso sea el más impor­tante de los atrib­u­tos de un poeta: la mirada, el asom­bro ante las cir­cun­stan­cias de un mundo acaso imposi­ble de aprehender.

En la tiniebla del Ser, en la ante­sala de la Nada en la que todo prin­cipia, está el man­an­tial del pen­samiento y la emo­ción. La sen­si­bil­i­dad invoca lo íntimo, que emerge atraído por una fasci­nación estética. Seme­jante a la des­ti­lación, el pro­ceso con el que las visiones son pues­tas en pal­abras es lento, sin prisa. El resul­tado es una colec­ción de tex­tos, desiguales en su con­junto, sin­gu­lares en su unidad, que no son inocuos para el lec­tor. Expe­ri­en­cias plá­ci­das o per­tur­bado­ras, los tex­tos de Skliar con­vi­dan el asom­bro, señalan sin mostrar el camino a la rev­elación, ilu­mi­nan las cosas de aden­tro hacia afuera. Se asiste al dis­curso col­mado de sín­te­sis que, en una var­iedad de reg­istros expre­sivos, desen­traña lo esen­cial. El resul­tado de la obsesión por lesionar las con­ven­ciones que habita­mos, la búsqueda de nuevos cauces expre­sivos. Decirse en el estre­cho instante responde a la necesi­dad de vio­len­tar el tiempo que la inteligen­cia creadora, ase­di­ada por la muerte, experimenta.

Juguetes lit­er­ar­ios, pequeños poe­mas en prosa, mín­i­mas reflex­iones, aforis­mos, provo­ca­ciones, pari­entes de los ken­ningar, las crea­t­uras ver­bales de este libro se suce­den sin una aparente solu­ción de con­tinuidad, pero con una evi­dente unidad dada por el estilo, el tono y la estruc­tura. La con­cien­cia que narra, imag­ina o con­je­tura no parece pro­fe­sar una ética o al menos no parece pos­tu­larla; antes bien, trans­mite cierta deses­peración y escep­ti­cismo ante el tema predilecto: el encuen­tro. El otro es siem­pre una con­tradic­ción, una pres­en­cia abom­inable y fasci­nante, un ser temi­ble y vul­ner­a­ble, nece­sario pero ina­si­ble. Las iniq­uidades del mundo son expre­sadas sin drama, sin moraleja, sin encono ni prédica. Hay, eso sí, osten­si­ble afán por sostener una inter­locu­ción lit­er­aria con el canon par­tic­u­lar del autor: Tavares, Hanke,  Szym­borska, Ajmá­tova, Note­boom, entre una con­sid­er­able lista de autores exquis­i­tos y lejanos a las may­orías. Sobre todo, se mantiene pre­sente la influ­en­cia y el per­sis­tente diál­ogo con la poeta Chan­tal Mail­lard, quien ha inspi­rado a Skliar desde la con­cep­ción de su segundo poemario.

No tienen prisa las pal­abras es más ambi­cioso que un cor­recto ejer­ci­cio de estilo. Tra­baja en una forma lit­er­aria en la que quizá el autor haya encon­trado su mejor forma de expre­sión. Uno de los tex­tos de libro fun­ciona per­fec­ta­mente para exponer la esen­cia de esta poética: “Via­jar. Trazar un cír­culo com­pleto. Una línea inex­acta. Un espa­cio de tiempo y viento. Un sitio repleto de fugas incapaces.”



Translations, por John Keene.
(publicado en: http://jstheater.blogspot.com.ar/2012/06/translations-carlos-skliar.html). 

J'S THEATER

I'd thought that a large shipment of materials was wending its way east, but a snafu meant that it instead was sitting patiently in Evanston for me to discover it and call upon the good people of United Parcel Service to discharge...and so, now, it is on its way, and there is one less thing to think about on this end. I still am not able to blog as I'd like, but in lieu of a full post, here is a translation of four of the poems in Carlos Skliar's book, No Tienen Prisa Las Palabras (The Words Are In No Hurry), published by Candaya Abierta earlier this year, which I mentioned the other day. I found it in a bookstore in Barcelona and after browsing a few of the pieces, which range from sentence-long aphorisms and aperçus to paragraph length prose pieces shot through with observation and cogitation, I grabbed it. It helped that Spanish was playful but not beyond me ken.

Reading the book on the plane, I found Skliar's poems full of wry wit and keen perspective, offering a clear sense of a mind always moving, turning images or ideas or moments around to see every facet and angle, but also utilizing the resources of Spanish to successful effect.  To put it another way, David Roas writes in his introduction that Skliar, like his mind, is a "a viajero," or traveler, a "un extranjero perpetuo que, como tal, contempla la realidad con ojos nuevos, que mira (verbo esencial en la poética del autor) y nos revela lo que ve y siente" ("A perpetual stranger who, as such, contemplates reality with new eyes, who looks (an essential verb in this author's poetry) and reveals to us what he sees and feels.") (Skliar, 5, my translation). Also noteworthy is his concision and subsequent condensation of meaning, allowing him to do a great deal with very little. Some of his playfulness is hard to capture in English. To give one example, he uses the verb "despedir," which means to "say goodbye to, see off," but also to "discharge, discard, emit, fling," and so forth, the two valences fused in the word. Had he written "Me despedi para siempre de tu vida," that would have been a relatively straightforward "I said goodbye forever to your life," but he retains that rhythmic second-person singular preterite ending "-iste" (which becomes almost incantatory, as "you" in English prose and poetry often does), saying "Me despediste para siempre de tu vida," which turns the address and tone in a different direction. The random person is bidding him farewell--far too formal phrasing for here--forever from his life after basically bothering him relentlessly, so what English verb would suffice. I thought about "discharge," and of course the more benign "say goodbye," but "discard," like that burnt-out "cigarillo" felt appropriate. Perhaps it isn't, but for now it seems to work.

According to the book jacket's brief biography of Skliar, he was born in 1960 in Buenos Aires, he works as a researcher at Argentina's National Council for Scientific and Technical Research, and in the program in Education at the Latin American Social Sciences Faculty.  Since 2005, with Diego Skliar (who may be his brother? Son?), he hosts a radio program in Buenos Aires entitled Preferiría no hacerlo (I would prefer not to do it). I said he was witty.  He is the author of of the collections Primera Conjunción (First Conjunction, 1981), Hilos después (Threads After, 2009), and Voz apenas (Voice Only, 2011), and of the book of aphorisms and essays La intimidad y la alteridad (Intimacy and Otherness, 2006). He has written a number of important essays, published in his own critical volumes such as The Education of the Deaf: A Historical, Cognitive and Pedagogical History (1997), and Intimacy and Alterity: Experiences with the Word (2005), or ones he's edited, among them Derrida and Education (2005), Between Pedagogy and Literature (with Jorge Larrosa, 2007), Experience and Alterity in Education (with Jorge Larrosa, 2009); and The Said, The Written, The Ignored (2011). [Title translations are mine.]

What his brief bio doesn't say--and why should it?--is whether despite the differences in the spelling of their last name he is any relation to the late, brilliant Brazilian writer, Moacyr Scliar (1937-2011), who was born and grew up in Porto Alegre, Rio Grande do Sul, the southernmost state in that country, which direct abuts Argentina and Buenos Aires Province. Perhaps they share common roots in Bessarabia, where Scliar parents were from, or closer ones still, depending, with Moacyr his uncle. This online biography, which points out that he received a doctorate in Phonology, with a specialization in Human Communication and has been served as an adjunct professor at the Federal University of Rio Grande do Sul, thus suggests close ties to the Gaúcho state, so perhaps the familial links are clear enough. 

Here then are several pieces from the book. These are first passes at translation, so the faults are mine; you can read his Spanish directly to gauge the full effect of his work. Also, Mr. Skliar did write a comment on my earlier post, so perhaps he will see and offer corrections--and anyone else should feel free to do so--with this one. Enjoy!

Four from No Tienen Prisa Las Palabras 

Me pediste que me detuviera en medio de la calle. Me pediste que te diera un cigarillo, que te lo encendiera. Me pediste que te dijera la hora, que te orientara acerca de un sitio que yo desconocía. Me pediste que olvidara la pregunta. Me pediste otra vez la hora. Me dijiste qué frío hace. Me preguntaste si yo era de aquí. Me pediste otra vez fuego porque el cigarillo se había apagado. Te fuiste. Me despediste para siempre de tu vida.

You asked me to hold up in the middle of the street. You asked me to give you a cigarette, to light it for you. You asked me for the time, to direct you around a place I was unfamiliar with. You asked me to forget the question. You asked me the time again. You told me how cold it was. You asked me if I was from here. You asked me once again for a light because the cigarette had gone out. You left. You discarded me from your life forever.

***

Detrás de un ventana entreabierta, un niño castigado mira incansablemente el juego de otros niños. Acompaña con su cuerpo los movimentos de cada uno, goza y padece cada una de las vicisitudes ajenas, aunque nadie lo vea. Será un buen hombre. Si lo dejan salir al mundo.

Behind a partially-opened window, a little boy on punishment tirelessly watches other children playing. With his body he shadows the movements of every one of them, enjoys and suffers every one of the others' vicissitudes, even though none of them sees him. He will turn out to be a good man. If they allow him to go out into the world.

***

El sonido de un idioma extranjero que te abre los oídos, pero no te deja abrir la boca.

The sound of a foreign language that opens your ears, but doesn't let you open your mouth.

***

La vida es la diferencia entre el tiempo que pasa y lo que pasa en el tiempo. O, quizá, la diferencia que hay en el interior del tiempo que pasa. La diferencia como intensidad. El tiempo que hondura. Tiempo anciano y tiempo niño, a la vez. Podríamos llamar "de travesía" a esos segundos que no quieren pasar, aun pasado. La percepción los detiene, los retiene, los recuerda. El pensamiento podría dedicar sus mejores horas a esos segundos que ni se van ni se quedan.  A esa serpiente enroscado, verde y negra, que al morderse la cola parece que siempre retorna.

Life is the difference between the time that passes and what passes in time. Or perhaps, the difference that exists within passing time. Difference as intensity. Time's depth. Ancient time and youthful time, at the same time. We could call "crossing" those seconds that do not want to pass, even as they're passing. Perception detains them, retains them, recalls them. Thought could dedicate its best hours to those seconds which neither leave nor stay. To this coiled serpent, green and black, which, in biting its tail, always seems to return.

Copyright © Carlos Skliar, all poems from No Tienen Prisa Las Palabras, Prologue by David Roas, Barcelona: Candaya Abierta, 2012. All rights reserved. Copyright © John Keene, translation, 2012. All rights reserved.




"La mirada de las palabras que no tienen prisa", por Belisa Bartra.
(Publicado en el blog Soy la salamandra: http://www.soylasalamandra.com/2012/07/25/la-mirada-de-las-palabras-que-no-tienen-prisa/). 




El día 5 de julio la editorial Candaya celebró una presentación doble en la librería L’Odissea de Vilafranca del Penedès, por un lado el libro No tienen prisa las palabras, de Carlos Skliar, y por el otro el libro de Carlos Vitale, Descortesía del suicida. Dos estupendos escritores argentinos, que aparte de compartir nombre y nacionalidad, son buenos amigos.

El encuentro en la librería L’Odissea fue remarcable, tanto como el  día lleno de paseos, excursiones a lugares preciosos, conversaciones amenas, excelente comida y buen vino con los que nos regalaron los queridísimos Olga y Paco, editores de Candaya. Inmejorable.

El escritor catalán Joan Pinyol se encargó de la presentación del genial Descortesía del suicida, y yo tuve el honor de presentar No tienen prisa las palabras, excelente libro cuyo autor es además un espléndido amigo.

Carlos Skliar es un hombre generoso, en varios sentidos: generoso como ser humano, pues se da a sí mismo; generoso con las palabras, sean estas escritas o en voz alta, no escatima en cuidados con ellas, las trata con suavidad, las trata como si fuesen sus niñas, sus hijas, demuestra que las ama; es también generoso con la mirada, mucho: abre los ojos no para capturar un instante sino para dejarse atrapar por él.

La estancia de Skliar en Barcelona imprimió en su retina muchas percepciones. En su libro la mirada hace de hilo conductor, se le escapa y recorre su entorno; libre y sin prisa, transita las calles, los rincones, la vida, y hace con ellos una suerte de sincretismo: una trenza hecha de poesía, ficción y realidad.

David Roas, autor del magnífico prólogo, afirma que el poeta es «un viajero: un ser en movimiento constante, un extranjero perpetuo que, como tal, contempla la realidad con ojos nuevos, que mira (verbo esencial en la poética del autor) y nos revela lo que ve y siente». Es un libro, pues, hecho de miradas.

Tuve el privilegio de leer muchas de estas percepciones que conforman No tienen prisa las palabras antes de que se convirtieran en el precioso libro que es hoy, y no sólo leerlas sino incluso publicar algunas de estas en Sea breve, por favor, y tuvieron mucho éxito. Algo que no es de extrañar, porque los escritos de Carlos Skliar son como una fruta: te acercas, admiras su color, aspiras su aroma, te llenas con él, la desgajas, la muerdes y la saboreas para dejar que sus distintas texturas te impregnen con calma.

Y precisamente la calma, ese remanso que permite al ser humano observar su entorno o sus adentros, suele ser escasa en los tiempos que corren; por esta razón, cuando las palabras no tienen prisa son capaces de descubrir capas de la realidad que pasan desapercibidas al ojo apresurado.

La mirada es una puerta, y Carlos Skliar en No tienen prisa las palabras la atraviesa, se adentra para tantear lo que hay tras ella: se trata de un libro hecho de miradas, de pasos, de silencios. Se trata de una mirada sosegada, ligera, porque carece de tiempo: es fresca como la visión de un niño que se detiene a observar un árbol, un insecto, un dibujo, una persona, una nube… sin prisas porque ignora que el mundo sí la tiene. Y de esto se trata, de sentir estos pensamientos —que Jorge Larrosa bautizó como sensamientos— de seguir la mirada del viajero, del extranjero, del poeta.

Los invito a adquirir este libro en cuanto les sea posible, y para ir abriendo bocas comparto algunas de sus percepciones:

Mirar tiene dos ojos. También los oídos ven cuando recuerdan el golpe de una puerta, la deriva del agua hacia el estanque, el perro con tres patas, la lluvia sobre un techo indiferente. Pero quien mejor mira es la piel. Sus poros son como párpados que se abren y casi no se cierran. Son luciérnagas hambrientas de sed.

El extranjero. Aquel a quien los sonidos de la calle le alcanzan un poco más tarde.
Hay ojos que se quedan atrapados de árbol en árbol, de caricia en caricia, de voz en voz. Una mirada que descubre un paisaje ya no le pertenece. Una mirada que ha encontrado su sitio y allí se queda.

Un inacabable grupo de turistas tomándose fotos entre sí, delante de la Sagrada Familia, de Barcelona. Un hombre arrodillado, con un cartel: “no tengo trabajo, tengo tres hijos, tengo hambre”. Dos de los turistas engañan la perspectiva para tomarle una foto. El hambre permanece quieta. La imagen se multiplicará por las redes sociales. Todos moriremos algún día. Fuera de foco.





"No tienen prisa las palabras", por Mariana Zeballos.




La Editorial Candaya ha publicado No tienen prisa las palabras, libro del escritor argentino Carlos Skliar, con prólogo de David Roas. Una obra vibrante en su multiplicidad, cuyo tema central gira en torno a la experiencia de la alteridad, fruto de las vivencias del autor en Barcelona durante este año. El lector encontrará microrrelatos y señales de la realidad capturadas desde el ojo de un viajero en pleno movimiento. 

Percepciones que en un principio fueron mensajes de Skliar para sus allegados acerca de lo observado y vivido en las calles, y luego emergieron como un material fundamental. No tienen prisa las palabras nos invita a realizar una lectura atenta para penetrar en las vivencias de un hombre que escribe con el cuerpo porque siente y reclama una rebelión ante la comodidad del egoísmo del mundo. 

Tal como lo expresa David Roas en el prólogo:”Textos en los que subyace la necesidad del otro, la complicidad y la empatía. Pero que también apuntan, afilados, contra la indiferencia, el egocentrismo y la estupidez humana”. Skliar suelta sensaciones y reflexiona decididamente sobre el lenguaje, la escritura, y la “celeridad” del mundo actual: “Dolor de cabeza porque el mundo es como es. Y duele”. Vital, transparente y sereno, el libro de Carlos Skliar no fue gestado con pretensiones de publicación, de ahí también su impacto y credibilidad. 

Por eso nos moviliza, nos hace parte de su viaje, y ahuyenta la rutina para transformarnos a cada vuelta de página. 

Algunos fragmentos de No tienen prisa las palabras

“Escribo porque no comprendo. Para repetir una y otra vez esa encrucijada de palabras con la que no logro descifrar el tiempo. Escribo para recordar sonidos que de otro modo se perderían en el lodo vertical de la memoria. Para invocar y provocar gestos de amor de los que no soy capaz si no escribiera. Escribo porque al despertarme quisiera agradecer los ojos abiertos. Para mirar de pie lo que está demasiado lejos. Para escuchar qué es lo que ha quedado en la punta de la lengua”. (Página 14)

“Escribo para renunciar al abandono y para tocar con las manos sigilosas la espalda tibia de alguien que aún no ha muerto. Escribo. Y aún no soy capaz de decir nada”. (Página 14).

“Erri de Luca no sabe que le leo. Y me da algo de tristeza que no sepa cuánto me ha valido la pena leer estas palabras suyas “Dejar dicho más que dejar escrito incita la memoria de los demás a custodiar. Lo sabía quien esparció al viento y a los hombres las raras palabras, quien pensó que en eso consistía el fecundar y que los oídos eran flores para las abejas”. Me digo que no importa que no lo sepa. Me digo que ahora yo sé algo que él no sabrá. Y vuelvo a entristecerme. Leer es una soledad que no se devuelve”. (Página 56)

“El mezquino orgullo de aquellos que han nacido en un sitio donde uno sólo está de paso”. (Página 67)

“La casa sola durante horas. La sensación de interrumpir algo importante al abrir la puerta”. (Página 81)

“El “no humillarás” debería ascender a la categoría de undécimo mandamiento”. (Página 88)

“De viajes y de lecturas, que es casi lo mismo. Viajar es sentir, sí; sentirlo todo excesivamente (Pessoa); viajar para no llegar posiblemente nunca (Magris); viajar con la amabilidad de quien atraviesa dos o tres veces un territorio que es pisado y también es huella (Handke); viajar como pasear: la caminata distraídamente atenta de poeta (Walser); viajar como una ruta trágica y obligada que no nos hemos trazado (Tsvietáieva); viajar sin atrapar al mundo en la telaraña de grados de longitud y latitud (Nooteboom); viajar en línea recta y tener al sol y a la luna de uno y otro lado (Herzog); viajar y no saber donde dejar exactamente las garras (Szymborska); viajar sin otra compañía que las propias sombras (Nietzsche); viajar para abandonar la ciudad y precipitarse hacia el puerto deseado (Ajmátova). En fin: viajar como mirar al cielo donde un sueño espera ser soñado (Maillard)”.(Página 119).

“No tienen prisa las palabras en decir. La urgencia tiene voz atragantada. La prisa alborota los sonidos y se acaba por decir todo lo contrario. La rapidez siempre es extranjera. El barullo es un jeroglífico que no descifraremos nunca. Escribir, entonces, mirándote a los ojos. Deseando tu dictado”. (Página 157)

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